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Normalizar el daño es rendirse

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Cuando aceptamos el daño como normalidad estamos rindiéndonos, claudicando. Solo aspirando al todo llegaremos al máximo alcanzable en cada momento. Ser conocedores de esta ecuación no nos permite alcanzar el todo pero nos da fuerza para llegar al máximo y la capacidad de vivir con esa realidad.

Las conductas potencialmente adictivas, sean legales o ilegales (nuestra salud no entiende esta diferenciación), sean con sustancias o sin ellas (generan problemas similares) en una fase recreativa, de abuso o de adicción, están más presentes en los entornos de trabajo de lo que nos gusta pensar, y para adaptar la realidad a lo que nos gustaría es muy habitual que nos mintamos, que neguemos lo evidente y miremos para otro lado, banalizando lo que está ocurriendo.

Síntoma de ello, son frases del estilo: Es un tema personal, él/ella vera, Siempre han habido casos, No pasa nada, es lo habitual, Mientras cumpla con su trabajo o No me voy a meter donde no me llaman.

Con estas posturas se están normalizando conductas de riesgo, estamos dejando de ofrecer una ayuda necesaria y poniendo en riesgo la salud y seguridad de todo el colectivo y hasta de la empresa.

No hay que olvidar que:

- El 25% de la siniestralidad laboral es imputable al consumo de alcohol y otras drogas (OIT) Siniestralidad en la que puede sufrir daños cualquier persona de la empresa.

- Las bajas por enfermedad de las personas que abusan o que sufren una adicción tienen un coste tres veces superior al del resto de la plantilla, porque enferman más (salud deteriorada y conductas de riesgo) y porque necesitan bajas más largas para reponerse. (Ochoa y Madoz; Revista Medicina y Seguridad del Trabajo, 2008). Bajas que habitualmente no se cubren adecuadamente y suponen desorganización en el trabajo, con tensiones en la organización y disminución en el rendimiento.

- Deterioran el ambiente laboral. Un buen ambiente laboral es fundamental para nuestro bienestar en el trabajo, supone una de las partes más importantes del llamado sueldo emocional. Si el ambiente de trabajo es desagradable, no hay nomina que nos proteja del estrés y del malestar. La depresión es el segundo motivo de baja en España y muchas veces la causa es laboral.

Por ello hay que tener presente que:

- Cuando normalizamos el consumo de alcohol, favorecemos el alcoholismo.
- Cuando normalizamos la automedicación, favorecemos la perdida de salud y una probable adicción.
- Cuando normalizamos las bromas hirientes, estamos aceptando el acoso y la exclusión.
- Cuando normalizamos el maltrato en las relaciones, estamos promoviendo la injusticia.
- Cuando nos desentendemos del malestar de otra persona, estamos facilitando que ese malestar crezca, estamos normalizando el dolor.
- Cuando nos callamos ante una falta evidente, estamos normalizando el error.
- Cuando normalizamos la distribución de drogas en el trabajo, estamos aceptando acabar con la salud de muchos para el enriquecimiento de unos pocos.

Normalizar el daño es rendirse, es ser cómplice.

Esta realidad recuerda el poema de John Donne “nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Como argumenta el propio poema, estamos unidos a toda la humanidad y la desdicha de cualquier persona nos disminuye. Mucho más evidente cuando estamos en la misma empresa o entidad y nuestra seguridad es común, seguridad frente a los accidentes, el buen clima laboral y la estabilidad en el trabajo.

Tal es el daño de la indiferencia humana, que Dante sitúa en el quinto círculo del infierno a las personas ignavas (indolentes, flojas, cobardes), almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su cobardía y por su pereza.

La prevención y el tratamiento de las conductas adictivas es labor de todas las personas. Cada una desde sus responsabilidades y capacidades.

La cercanía, la reducción del estigma, la mano tendida, la escucha, la petición; son actitudes, conductas, al alcance de todas las personas, y para todas las personas.

Además, harán falta técnicos, profesionales especializados para desarrollar acciones eficaces y eficientes en la generación de salud y bienestar, a través de las intervenciones sobre las conductas adictivas.

Prevención, para reducir las conductas de riesgo.

Asesoramiento, para minimizar los riesgos y facilitar el acceso a tratamientos, a través de propuestas, acuerdos y protocolos.

Formación, para potenciar los hábitos saludables e incrementar la capacidad de respuesta frente a las situaciones conflictivas.

La prevención de las adicciones en los entornos de trabajo es posible y muy rentable, en términos de salud y bienestar, y en términos de retorno de la inversión.

 

Autor: Fernando Ribas de Pina Pérez. Educador Social en Fundación A. Miguel Roca- Proyecto Hombre Valencia. Miembro de la Comisión Nacional de intervención en el Ámbito Laboral de la Asociación Proyecto Hombre.

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03/06/2022