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El abuso de ansiolíticos

ansiolíticos

La ansiedad y la depresión son trastornos ante los cuáles se está produciendo un uso fácil de medicación. Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas realizado en febrero de 2021, casi el 6% de la población está recibiendo tratamiento psicofarmacológico. Destacan los ansiolíticos, con un 58,7% y los antidepresivos el 41,3%, seguidos de los calmantes o las pastillas para dormir. Casi el 69% lo ha tomado por lo menos durante tres meses y un 77% sigue tomándolos en la actualidad.
Los estudios de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes sitúan a España como el mayor consumidor per capita de estos productos.

Según los datos de la Agencia española de medicamentos y productos sanitarios, el crecimiento del consumo de estos productos es exponencial y ha superado las 93 dosis diarias por cada 1.000 habitantes.

Los barbitúricos fueron de los primeros fármacos utilizados para la ansiedad, pero su vinculación con sobredosis o suicidios era muy alta. Las benzodiacepinas redujeron esa peligrosidad, aunque no la eviten. Además de utilizarse para el tratamiento de la ansiedad, también se emplean como hipnóticos (inductores del sueño) y relajantes musculares. De hecho, su uso como relajantes musculares es en parte responsable de su creciente uso.

 

Riesgos y dudas

Los riesgos del uso de ansiolíticos son conocidos, pero no se tienen en cuenta en su justa medida. Su capacidad adictiva es alta y crece con el tiempo del tratamiento, de hecho, estos medicamentos están pensados para ser administrados durante unos quince días, un mes a lo máximo, según indican los fabricantes y los expertos.

Sin embargo, los tratamientos de meses, incluso años, no son extraños y se omite que esos largos tratamientos facilitan diversos problemas cognitivos, pérdida de memoria, despistes y problemas de equilibrio. Su capacidad adictiva es tal, que su decalaje puede suponer más de dos meses de progresiva reducción del medicamento.

Frente a sus utilizaciones para combatir el insomnio, tenemos respuestas menos peligrosas y que se deben de probar antes de pasar a los fármacos. (Consulta nuestra sección Higiene del Sueño) Técnicas de relajación, condiciones de la habitación, preparar el proceso de sueño reduciendo la estimulación (café, películas activas, etc.) y con cenas tempranas y reducidas, con el apoyo de infusiones; y sobre todo teniendo en cuenta que hay que actuar sobre las causas en lugar de centrarse en el síntoma, que sería la dificultad para dormir.

Actualmente hay estudios que cuestionan la relación entre la serotonina y la depresión. El que ha sido el paradigma que ha justificado el tratamiento de los antidepresivos, centrados en la recaptación de serotonina. Como explica Rafael Moliner, del Centro de Neurociencias-HILIFE, Universidad de Helsinki, “Solo un tercio de pacientes con depresión responden satisfactoriamente a estos tratamientos, lo cual es un problema grande, porque significa que los otros dos tercios solo responden parcialmente o no responden para nada”.

Robert Whitaker, periodista de divulgación científica especializado en salud y ciencia, afirma que “si los psicofármacos fuesen eficaces a largo plazo, un aumento en los diagnósticos y los tratamientos no debería de dar lugar a un aumento de la discapacidad “.
La realidad es que cada vez diagnosticamos más depresiones y cuadros de ansiedad, se incrementan los tratamientos y sin embargo las incapacidades asociadas crecen.

Parte del problema es que nos estamos centrado tan solo en la persona, responsabilizándola en exclusiva de su malestar y se está menospreciando el peso de las problemáticas sociales y del entorno de cada paciente.

James Davies, profesor de Antropología y Psicoterapia en la Universidad de Roehampton, plantea en su libro “Sedados”, que la psiquiatría está medicando problemas que en realidad son sociales, sirviendo de esta forma, a los intereses de la economía.

Se despolitiza el problema de la salud mental, cuando el malestar que muchas veces conduce al consumo de ansiolíticos tiene un origen social, y habría que tratarlos con respuesta sociales, no farmacológicas. El mayor consumo de antidepresivos y ansiolíticos tras la pandemia no es resultado de una debilidad personal, es un problema social.

Problemáticas sociales frente al que algunas personas cuentan con más recursos y sobre todo un entorno más seguro y protector. Los problemas de salud mental son mayores cuando hay mayor precariedad laboral y desigualdad social, los problemas mentales son menos frecuentes entre quienes cuentan con una situación socioeconómica sólida, según el doctor Luis Gimeno Feliu.

Nos escandalizamos por el elevado consumo de estas sustancias y nos preguntamos a menudo donde acaba esto, pero reflexionamos poco sobre porque sucede esto.

Algunas de las causas que se están medicalizando son realidades cotidianas de la vida, como los fracasos, las rupturas de pareja, el fallecimiento de seres queridos, pérdidas de empleo. La medicación anestesia el sufrimiento, enmascarando los motivos. Sin solucionar la causa nunca desaparecerá el malestar, es como tratar el dolor de una caries, pero no sanar dicha caries. Los ansiolíticos solo mitigan el sentimiento de tristeza, no dan la felicidad.

La responsabilidad de la sobre medicación con ansiolíticos e hipnosedantes se suele volcar sobre las carencias del sistema sanitario, tanto en atención primaria como en la especialidad de salud mental; pero también hemos de preguntarnos cuál es nuestra parte de responsabilidad, cuando en vez de realizar cambios en nuestros hábitos de vida, esperamos que una pastilla nos solucione los problemas, de forma rápida y con poco esfuerzo. La inmediatez y poco esfuerzo son precisamente factores que facilitan las adicciones.

En un país donde bebe algo más del 77% de la población, según el Ministerio de Sanidad, hay que recordar que combinar los hipnosedantes con alcohol es un gran error, puesto que ambos son depresores del sistema nervioso central y se potencian los efectos sedantes y de relajación muscular; efectos muy peligrosos en los entornos de trabajo; en todos ellos, pero sobre todo cuando el riesgo de accidentes y sus posibles daños son más elevados.

 

Relación Laboral

El consumo de ansiolíticos o hipnosedante, tiene una presencia creciente en el mundo del trabajo. Comparando las variaciones entre las encuestas realizadas por el Plan Nacional de Drogas, en 2013 y en 2019. Se evidencia un crecimiento mayor en todas las sustancias entre la población laboral, pero ese crecimiento es a un mayor en el caso de los hipnosedantes. De 0’8 puntos porcentuales, muy por encima de las anfetaminas o la cocaína y hasta dos décimas por encima del consumo de cannabis.

Estos datos recogen tanto el consumo recetado como el realizado sin receta.

Respecto del sexo, el consumo de hipnosedantes disminuye entre las mujeres y aumenta entre los hombres. Aunque el consumo femenino sigue siendo muy superior al de los hombres.

El abuso de hipnosedante tiene género, el de las mujeres. Los hipnosedantes son las únicas sustancias psicoactivas que consumen más las mujeres que los hombres, incluso en algunas franjas de edad el consumo llega a ser superior hasta en siete puntos. El consumo de fármacos es un consumo socialmente aceptado y fácil de volver invisible, con el que se reduce el estigma, el rechazo hacia las personas consumidoras, rechazo que siempre es más cruel hacia las mujeres que hacia los hombres. Además, se patologiza a las mujeres, un ejemplo es que la mayoría de los anuncios de somníferos han utilizado mujeres, hasta hace pocos meses.

Respecto de la variable de edad, se observa que el consumo se mantiene alto en las edades más avanzadas pero que es por debajo de 44 años donde ha crecido, y es más elevado entre los 16 a 24 años, donde se ha dado un crecimiento superior a un punto.

Las personas trabajadoras también conducen y se desplazan a pie, muchas veces son actividades inherentes a su trabajo.

El estudio toxicológico en víctimas mortales de accidentes de tráfico, realizado en 2020 por el Ministerio de Justicia, nos ofrece datos concretos de la presencia de estas sustancias en relación con dichos accidentes, mortales, de tráfico.

La presencia de psicofármacos entre las víctimas que conducían un vehículo es del 27’5%, y entre estas la presencia de benzodiacepinas y antidepresivos, es la más alta de los diversos psicofármacos.

Entre las víctimas peatones, el 52’2% eran personas de entre 18 a 65 años, por lo tanto, en edad laboral. La presencia de psicofármacos aumenta, en gran medida porque también aumenta la edad de las personas fallecidas. En este grupo la presencia de benzodiacepinas se reduce un poco, pero siguen siendo, junto con los antidepresivos, los psicofármacos con mayor presencia.

Tenemos que avanzar mucho en referencia a la salud mental, pero no solo es un trabajo de la investigación o el personal sanitario, es un avance de toda la población. Construyendo una sociedad menos patológica y patologízante. Y a nivel personal adquiriendo hábitos saludables, en lugar de buscar el inmediatismo y la ausencia de esfuerzo, recuperar la salud supone un esfuerzo. Adquirir hábitos saludables es como dejar de darse martillazos para no tener que tomar analgésicos por el dolor que nos produce el martillazo.

Es evidente que en situaciones de alto sufrimiento haya que reducirlo para poder trabajar las razones del mismo. Reducir el malestar para trabajar sobre las raíces, conlleva retirar el medicamento cuanto antes se pueda.

Como explica la psiquiatra y psicoterapeuta Maribel Rodríguez, un consumo constante puede generar dependencia, alteraciones en la capacidad de concentrarse, o deterioro cognitivo. Otro problema es la desconexión emocional de nuestro entorno. Vivir sintiendo menos supone sufrir menos, pero también disfrutar menos, comprender menos y compartir menos, por lo tanto, aislarse más y sentirse más lejos de las personas que nos importan; en una palabra, soledad.

El abuso de ansiolíticos mata, el 66’8% de las muertes por intoxicación aguda, fue provocado por los hipnosedantes, según el informe de 2021 del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones.

 

Autor: Fernando Ribas de Pina Pérez. Comisión Nacional de intervención en el Ámbito Laboral de la Asociación Proyecto Hombre.

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02/05/2023